Siembra
Existen dos épocas de siembra en función de los dos ciclos productivos (invierno y primavera). Las siembras para la campaña de invierno se realizan desde primeros de julio a finales de agosto, efectuando los trasplantes desde últimos de agosto hasta final de octubre.
El trasplante en primavera obliga a una siembra en
semillero durante las primeras semanas de noviembre, teniendo lugar los trasplantes durante los meses de enero y febrero.
Cuando la plántula alcanza los 15 cm de altura y a desarrollado 3 ó 4 hojas verdaderas, con una longitud de pecíolo de unos 10 cm y de limbo de hoja de 4 a 5 cm, está lista para el trasplante, siempre que tenga una adecuado crecimiento radical. Si la plántula alcanza un desarrollo excesivo de la pare aérea en las primeras fases de semillero, hay que practicar una poda a unos 10 ó 12 cm de altura, para evitar descompensaciones en la planta entre la parte aérea y subterránea.
Preparación del terreno
Es necesario realizar una labor de desfonde profunda, y a continuación dos pases de rotovator, seguida de una labor de acaballonadora, la cual deja el terreno con surcos de 50 cm de anchura y caballones de igual medida.
Si la parcela ha tenido cultivos con recolección mecanizada se recomienda realizar un pase de subsolador y romper la posible suela que se puede localizar más profundamente.
Binas y aporcados
Cuando se inicia el crecimiento vegetativo no conviene que el “corazón” de la planta se recubra con tierra, ya que se puede producir una parada vegetativa del crecimiento. Por esta razón, cuando se den al cultivo las labores de bina que sean necesarias, se evitará que caiga tierra en el centro de la planta; también en este estado de crecimiento no se harán labores de recalzar las plantas.
En cambio, cuando el cultivo esté en pleno desarrollo, es conveniente aporcar las plantas; con esta operación se aumenta la longitud de las pencas.
Escardas
l apio no admite competencia con las malas hierbas al principio de la vegetación, ya que su crecimiento es lento; es necesario mantener limpio el suelo con labores de escarda.
El apio es una hortaliza con el problema del desyerbe bastante bien resuelto; en este sentido se pueden aplicar las siguientes materias activas:
- Contra gramíneas y malas hierbas anuales: Pendimetalina 33%, presentado como concentrado emulsionable con dosis de 3-5 l/ha.
- Contra dicotiledóneas anuales:
Materia activa | Dosis | Presentación del producto |
Diquat 20% | 1.5-4 l/ha | Concentrado soluble |
Prometrina 50% | 1-3 l/ha | Suspensión concentrada |
- Contra gramíneas anuales: Prometrina 50%, presentado como suspensión concentrada con dosis de 1-3 l/ha.
- Dicotiledóneas vivaces: Diquat 20%, presentado como concentrado soluble con dosis de 1.5-4 l/ha.
Riego
Cuando está en las primeras fases de su desarrollo, el riego debe ser abundante y regular, ya que la plántula debe tener un crecimiento continuo. En todo su ciclo, este cultivo sufre estrés si hay escasez de agua en el suelo.
Se puede regar tanto por gravedad como por riego localizado como por aspersión (el riego por aspersión resulta interesante en este cultivo).
Es un cultivo exigente en agua de buena calidad. Si la conductividad eléctrica del agua de riego es elevada se frena el desarrollo vegetativo, provoca aperturas de la planta y favorece los problemas de "corazón negro", debido a una deficiente asimilación de calcio.
En el ciclo otoñal-invernal, en riego localizado se emplean unos 7.000 m3 de agua por hectárea.
En el ciclo primaveral, se utilizan aproximadamente de 3.500 a 4.500 m3/ha. En este ciclo es necesario el uso de cubiertas flotantes para evitar la inducción floral, acortándose el ciclo en unos 10-15 días si se emplea además acolchado negro debajo de la cubierta.
Abonado
Para obtener una buena producción y de buena calidad, es conveniente que el suelo esté bien estercolado.
En el caso de los invernaderos, el apio normalmente constituye un cultivo de relleno en la época invernal, por lo que no debe aportarse estiércol si ya se estercoló el cultivo anterior, aunque si el siguiente cultivo lo precisa, pueden aplicarse 3 kg/m2. Si no se aplica estiércol, es necesario aumentar el abonado nitrogenado y potásico, especialmente cuando los suelos sean ligeros.
En el último mes de desarrollo, antes de la recolección, el nitrógeno debe estar disponible en cantidad suficiente en el suelo. Además, el apio es una planta muy sensible al déficit de boro, azufre y magnesio.
En el abonado de fondo pueden aportarse, a título orientativo, alrededor de 50 g/m2 de abono complejo 8-15-15 y 15 g/m2 de sulfato de potasio. Si los resultados del análisis de suelo muestran bajos niveles de boro y/o magnesio, éstos pueden aplicarse a razón de 2 g/m2 de producto a base de boro y 10-15 g/m2 de sulfato de magnesio. Además es conveniente aportar unos 5 g/m2 de azufre, debido a su elevada sensibilidad a la carencia de este elemento.
Cuando el riego es por gravedad, pueden aplicarse 30 g/m2 de nitrato amónico en cobertera en 2 o 3 veces, con la última aportación un mes antes de la recolección.
El abono foliar aplicado una vez por semana suele dar buenos resultados, para los aportes de boro y magnesio y de calcio en caso de suelos pobres en este elemento.
En fertirrigación, es recomendable aportar microelementos en cada riego y la programación puede llevarse a cabo de la siguiente forma:
- Aplicar un abonado de fondo de 25 g/m2 de abono complejo 8-15-15, enterrado en el suelo.
- Tras la plantación, regar diariamente durante una semana sin abono.
- En las dos semanas siguientes, regar tres veces por semana, aportando en cada riego:
- 0,20 g/m2 de nitrógeno (N).
- 0,10 g/m2 de anhídrido fosfórico (P2O5).
- 0,20 g/m2 de óxido de potasa (K2O).
- Durante el mes siguiente, regar tres veces por semana, aportando en cada riego:
- 0,30 g/m2 de nitrógeno (N).
- 0,15 g/m2 de anhídrido fosfórico (P2O5).
- 0,20 g/m2 de óxido de potasa (K2O).
- Al siguiente mes, regar tres veces por semana, aportando:
- 0,40 g/m2 de nitrógeno (N).
- 0,10 g/m2 de anhídrido fosfórico (P2O5).
- 0,30 g/m2 de óxido de potasa (K2O).
- Al siguiente mes, regar tres veces por semana, aportando:
- 0,40 g/m2 de nitrógeno (N).
- 0,20 g/m2 de óxido de potasa (K2O).
A continuación se expone la sintomatología de carencias de macroelementos en el apio:
-Nitrógeno: los primeros síntomas son una reducción del crecimiento vegetativo, amarilleos y decaimientos de las hojas. Si la deficiencia es muy acusada el crecimientos se paraliza, tiene lugar un amarillamiento en toda la planta y se pueden observar manchas cloróticas internerviales en los limbos que evolucionan a moteado necrótico.
-Fósforo: al principio provoca una disminución del vigor de la planta, las hojas jóvenes se debilitan y las muy desarrolladas tienen un crecimiento muy erguido. Si la deficiencia es muy acusada los limbos foliares se reducen, apareciendo necrosados el borde de algunos foliolos.
-Potasio: se manifiesta inicialmente por una reducción del crecimiento vegetativo y la aparición de amarillamiento ocre en las hojas más adultas, especialmente en la periferia de los foliolos. También pueden aparecer en los foliolos puntos de color marrón rojizo.
-Calcio: los síntomas iniciales son: reducción del crecimiento, clorosis en la periferia de foliolos y nervios, color marrón de las hojas del centro de la planta y zonas necróticas en el pecíolo. Cuando la carencia es severa las hojas centrales evolucionan a necrosis "corazón negro " o black heart.
-Magnesio: se manifiesta inicialmente con la aparición de clorosis internervial que va desde el centro del foliolo hacia los bordes. Si la deficiencia es acusada la mayoría de los foliolos se tornan amarillos con el nervio central de color verde claro y desecación de los bordes del foliolo.
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